5 de septiembre de 2013

¿Algo se mueve?

He aquí un dato significativo: Cantabria es la única comunidad de toda España sin representante en el baloncesto profesional. Ni Asturias, ni Navarra, ni La Rioja, ni incluso Melilla. Ni en la Liga ACB, ni en LEB Oro, ni en LEB Plata, ni en Liga Femenina, ni en Liga Femenina 2. Este es el nivel del baloncesto cántabro en la actualidad, a la altura de la ciudad autónoma de Ceuta, aunque con siete veces la población de ésta; en realidad, bastante menos, por el desinterés de las autoridades federativas por promover su actividad en la mitad occidental de la comunidad, donde no se conoce equipo.

No le quitaremos mérito a nadie, ni siquiera a las instituciones públicas, que están colaborando en todo lo posible en pro del hundimiento del deporte cántabro. En este apartado se lleva la palma la Consejería del ramo, que destina el 27% del presupuesto (2.000.000 de euros) a financiar una sociedad anónima en ruinas y secuestrada por unos delincuentes profesionales. Se lleva más que todo el deporte restante: 1.354.400 euros las federaciones autonómicas, 425.000 las competiciones y eventos deportivos y 200.000 las becas y los concursos. Tampoco tienen desperdicio los 800.000 del mundial de vela.

Sin soluciones

Seguramente, todos firmaríamos la fulminación de las subvenciones a los conjuntos de categoría nacional si esas cantidades se destinasen a cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos (mucho imaginar, con la deuda pública por las nubes). Ahora bien, a todas esas personas tan competentes que nos dirigen y que manejan un presupuesto público de 2.292 millones de euros (miseria, que diría aquel) deberíamos exigirles cierto nivel y, ya que han abandonado a su suerte a los clubes de la comunidad, podrían plantear alternativas para su subsistencia, como una buena ley de mecenazgo deportivo.

Lo cierto es que en Cantabria, región con alguna de las mayores empresas del país, el apoyo del sector privado brilla por su ausencia. En las 16 campañas del Pas Piélagos y del CD Estela en Liga EBA, solo dos entidades (Leche Altamira y Ventanas Arsán) han dado el paso hacia la esponsorización de los equipos, a pesar de los denodados esfuerzos de ambas directivas. En Primera División y por segunda temporada consecutiva, los siete equipos que componen la categoría saldrán con sus nombres limpios de marcas publicitarias, más allá del acuerdo que mantiene la AD Cantbasket con la Universidad de Cantabria.


Pero el panorama no es gris solamente en lo económico. En lo deportivo, el baloncesto cántabro vive de la generación dorada de 1980-1981 desde hace casi dos décadas y no se atisba el relevo generacional que pueda reemplazar a los emblemáticos David Doblas, Pablo Sánchez o David García Peña. Es evidente que los clubes vuelcan todos sus esfuerzos en la formación de los jugadores, pero los resultados no se asoman a los alcanzados por las dos grandes canteras de la comunidad a mediados de los noventa. ¿Qué ha cambiado desde entonces para que se haya producido un bajón de estas características?

Desde el punto de vista demográfico, resulta muy llamativo que la capital de la autonomía y una de las principales ciudades del país (la 37ª con casi 200.000 habitantes en su padrón) no haya sido capaz de generar a lo largo de toda su historia un solo club profesional de basket. También resulta sorprendente que la capital baloncestística por antonomasia y otrora ciudad ACB no albergue siquiera un equipo de categoría nacional, acumule 13 temporadas sin ganar el torneo junior masculino (11 el femenino) y no posea un solo equipo senior femenino. La lectura es tan desoladora como clarificadora. Fotografía | naukas.com

Cambio de rumbo

Para completar esta descripción pesimista de la situación actual, añoramos la complicidad que los medios de comunicación brindaron a nuestro deporte en épocas pasadas. El Diario Montañés (primero) y el Alerta (después) ofrecieron durante muchos años (y no solo en la gloriosa etapa ACB) un apoyo sistemático al baloncesto cántabro. También echamos en falta una figura emblemática, integradora e influyente que aglutine y lidere los intereses del deporte de la canasta, con un discurso ambicioso, fresco e innovador. No parece que el futuro más próximo nos reserve una personalidad con esas cualidades.

Así las cosas y casi tres años después de iniciar esta andadura, nos preguntamos si la elección de nuestro nombre fue una decisión acertada. Parece evidente que no a juzgar por la sucesión de acontecimientos (o la falta de ellos). Sea como fuere, no perdemos la esperanza (aunque solo sea porque no queda más remedio) y seguiremos aguardando ese deseado momento en el que algo o alguien nos aparte de este monocarril que nos conduce de forma inexorable a ninguna parte. Ya lo decía Revólver: el peligro no cuestión de un par de golpes, el peligro es no saber a dónde ir (...) y sentir que ya llegaste sin salir.



MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org