20 de agosto de 2013

Petit comité

El Comité Cántabro de Árbitros deambula por el tenebroso valle de las sombras que se extiende desde la desidia hasta el esperpento. Se trata de un colectivo fracturado, convulso y autocomplaciente con los errores cometidos, que justifica su desdicha acusando a los clubes o a la federación de la totalidad de sus males en un acto de estupidez supina, de tal magnitud que solo es comprensible dentro del turbulento marco funcional del mismo. Mirar hacia su interior será el primer paso para caminar hacia el futuro.

El presidente del Comité (única figura reconocible exteriormente) es nombrado por el propio presidente de la Federación, cumpliendo escrupulosamente con el mandato legislativo vigente. En la última década, al menos una decena de personas han intentado dirigir un gremio que únicamente ha atravesado variopintas situaciones de estabilidad cuando dicho cargo estuvo vacante. Una truculenta sucesión sin reglas, basado en la traición y en el engaño, que se consuman al frenético ritmo del antiguo Imperio Romano.


Actualmente, la presidencia se encuentra vacía de potestad operativa, ya que ni realiza la designación semanal (función que asume la secretaría de la Federación), ni confecciona los informes de calificación de los árbitros (cometido asumido por los colegiados de Liga EBA). En contra de lo admisible, ostenta otros poderes impropios de un dirigente democrático, como sancionar discrecionalmente a cualquier integrante del gremio o variar a su antojo el reglamento interno anual, firmado a bombo y platillo por ella misma.

Una situación caótica

Ahora el puesto es ocupado por una persona que enfatizó en su discurso de investidura la independencia estructural del Comité con respecto al ente federativo, una afirmación tan absurda como hilarante. La incongruente radicalización en los albores del mandato ha dado paso a una negligencia ocupacional disfrazada de una insostenible mezcla de ostracismo y sindicalismo low cost. Sin rumbo (o con varios al mismo tiempo), sin fines ni principios, el libro de ruta brilla por su ausencia.

Un claro ejemplo de la desorientación palpable que desarbola al Comité fue lo vivido en la última asamblea federativa. Uno de los dos representantes arbitrales presentes en la misma votó en contra de alguna de las propuestas formuladas por el propio colectivo, en una postura difícilmente calificable y ante la impávida mirada de un presidente colegial que, de manera paradójica, fue quien propuso la mayoría de las descontextualizadas peticiones (rechazadas una tras otra en la reunión asamblearia).


El sistema actual de clasificación arbitral es un galimatías circense de complejidad hercúlea. A grandes rasgos, los colegiados más cualificados arbitraban en la resucitada Primera División, mientras que los que denotaban un menor conocimiento reglamentario, exiguos informes actitudinales y peor condición física, incomprensiblemente no estaban capacitados para ello pero sí para arbitrar sin pareja (en formato a uno) las diferentes competiciones senior, nudo argumental principal de la jornada federada.

En esa línea, las últimas innovaciones formativas se topan con la cruda realidad de la competición que invita a analizar con frialdad los datos y olvidar la animadversión educativa de antaño. Más del 50% de los partidos federados y la totalidad de los encuentros escolares de la próxima temporada (en ambos casos, salvo fases finales) serán dirigidos por un solo árbitro. La instrucción especializada debería ser focalizada en este sentido, por triste y desesperante que pueda parecernos. Dos ojos y dos oídos.

El presente y el futuro

Las bienintencionadas tentativas de mejora en el rendimiento ante la progresiva desmotivación de los árbitros, irreprochable en referencia al sedentarismo intencional del grupo, necesitan un imperioso respaldo funcional, vértice mediador entre clubes, Comité y federación; un nexo público y notario que limpie, fije y de esplendor a cada actuación de los colegiados, despertando del letargo la empatía del resto, un mundillo baloncestístico receloso al cantar del silbato.

El árbitro ha perdido toda su identidad como elemento diferenciador del baloncesto competitivo y como complemento fundamental en el crecimiento de las categorías de base, desvinculado de la opinión sensible de pagadores (clubes), de protagonistas (jugadores) e incluso del teórico benefactor (federación). Citando al gran Mufasa, mira en tu interior, Simba, eres más de lo que eres ahora. Debes ocupar tu lugar y, para regresar, solamente recuerda quién eres. Imágenes | escuelapedia.com y vivetoscana.com


JOSÉ ÁNGEL DURÁN AGUIRRE | www.algosemueve.org