3 de septiembre de 2012

La FEB se adapta a los tiempos

Este verano de 2012 ha sido especialmente duro para nuestro deporte. Han desaparecido multitud de equipos y han renunciado a sus categorías otros tantos. La sucesión de prórrogas innegociables de la FEB ha prolongado la agonía de unos cuantos hasta límites inimaginables, incluso a día de hoy algunos se debaten entre la vida y la muerte. Los méritos deportivos han claudicado ante las habilidades administrativas. Las competiciones ya no se resuelven en las canchas, sino en los despachos. Los abogados y los contables son más necesarios en un club que los jugadores y los entrenadores. El sistema ha saltado por los aires.

La crisis económica ha destapado todas las vergüenzas del baloncesto español. En apenas cinco años (2007-2012), el escalafón federativo ha pasado de tres categorías profesionales (con sus 54 equipos) a la categoría y media que actualmente representan la LEB Oro y la LEB Plata (con 25). 13 de los 18 equipos que formaron parte de la primera edición (y penúltima) de la LEB Bronce han pasado a mejor vida. La FEB se adapta a los tiempos, señalaba el gerifalte federativo Pedro Rocío en una olvidable conferencia en la capital cántabra. Pues bien, ha llegado el momento de que lo haga de nuevo.


Hace unas semanas, el Capità Enciam desvelaba en su blog que el encargado de asumir semejante función sería el periodista Quico Martín, hasta ahora jefe del Departamento de Propaganda de la FEB. Seguramente, muchos aficionados se preguntarán si una persona de su perfil es la más adecuada para desarrollar esa labor; otros muchos pensarán que no existe ser humano capaz de poner remedio al monumental desaguisado que impera en el baloncesto nacional; y un puñado de ellos opinará que, en las circunstancias actuales y desafiando la Ley de Murphy, es materialmente imposible hacerlo peor.

Por una vez (y sin que sirva de precedente) sacaremos a relucir nuestro escaso espíritu constructivo. ¿Cuáles deberían ser las líneas maestras sobre las que debería descansar la pirámide del baloncesto español? Indudablemente, todas las opiniones son respetables y merecen consideración; ahora bien, cualquier reestructuración que se ponga en marcha será baldía y estará condenada al fracaso si no cuenta con la participación de sus principales y auténticos protagonistas, los clubes, que son los que realmente conocen en profundidad (porque lo viven en primera persona) los defectos y las virtudes del sistema.

Un par de ideas

En primer lugar, la crisis ha destapado que el número de equipos profesionales capaces de sobrevivir a las circunstancias económicas más adversas supera la veintena a duras penas; es decir, que para mantener una estructura profesional inmune al paso del tiempo nos basta con apenas una LEB Oro. Además, la experiencia reciente ha demostrado que la expectación de los medios de comunicación no crece en proporción al número de categorías, sino que, al contrario, se dispersa. Llegados a este punto, sería interesante hacerse la siguiente cuestión: ¿debería la FEB encargarse de la organización de competiciones profesionales?

En segundo lugar, el éxito de un sistema lo define la perdurabilidad. Sea cual sea la nueva pirámide de competiciones que se instaure, el objetivo debería ser que permanezca invariable con el paso del tiempo, que los aficionados no tengan que preguntarse año tras año cuántos equipos suben esta temporada, cuántas eliminatorias tienen que superar o a qué categoría descienden. En el fondo, lo que anhelan los seguidores del baloncesto federativo es un modelo como el futbolístico, con su Primera, su Segunda y Segunda B desde tiempos inmemoriales (consideraciones económicas al margen).

El modelo del norte

En tercer lugar, la tempestad económica ha demostrado que la resistencia de las categorías amateurs es directamente proporcional a la proximidad geográfica e inversamente al número de equipos. Dicho de otra forma: en una competición como la Liga EBA, son más sostenibles los grupos formados por pocos equipos y muy cercanos. La partición de la conferencia norte ha sido balsámica para la salud de la competición: menos desplamientos y más cortos, lo que se ha traducido en un interés desmedido por emprender un salto de categoría que hasta ayer parecía prohibitivo. ¿No sería beneficioso extender el sistema al resto de España?

Finalmente, no nos gustaría despedirnos sin hacer mención al régimen económico. Es cierto que no estaría nada mal que la FEB hiciera un esfuerzo en adecuarse a los tiempos, relajase sus exigencias económicas y abandonase su estado de máxima necesidad recaudatoria; ahora bien, tampoco estaría nada mal que supervisase las cuentas de los clubes y que instaurase ciertas pautas de fair play económico; esto es, que los Zaragozas (o Menorcas) de turno no manden a Segunda (o a la LEB) a los Numancias (o Manresas) de turno por una competencia desleal consistente en arruinarse por el camino. Fotografía | Blog de Mikel Polo


MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org