1 de junio de 2012

El discurso que se agota

Son muchas las voces que, desde hace unos cuantos años, vienen pidiendo profundos cambios en las categorías federativas. Los directivos se quejan amargamente de los altos costes de participación, los jugadores sufren en sus propias carnes la incertidumbre laboral y los aficionados se desconciertan ante la supremacía de los méritos administrativos. La FEB apunta con la mano y los medios de comunicación miran al dedo. De cuando en cuando, manda un mensaje traquilizador a la clientela, con la fecha de caducidad de un helado en el desierto. Hasta aquí, nada nuevo.

La cuestión es que hemos llegado a un punto en que las quejas son del todo insuficientes. La situación económica aprieta: las instituciones públicas han cerrado el grifo, las empresas privadas hace tiempo que se desentendieron del deporte y las federaciones nacionales se mantienen en su burbuja blindada. Cuando llueve, la lógica invita a ponerse a cubierto, no a esperar a que escampe. La inacción no cambia nada, al contrario, avanza en el estado de pudredumbre. Y en esa coyuntura se encuentran los clubes, esperando con santa paciencia la reencarnación del espíritu santo.

El miedo es libre

No es fácil, eso está claro. Siempre surge la duda de las represalias: me van a mirar con lupa el túnel de vestuarios (tacatá), me van a echar atrás el aval o me van a poner dos árbitros asturianos en Gijón (eso sí que sería preocupante; es broma). Si hay algo que podemos garantizar, es que las competiciones son limpias, que las directrices desde las altas esferas federativas forma parte de la leyenda urbana y que, en pleno siglo XXI, cualquier sospecha de duda no se sostiene. Y no nos engañemos: la FEB no va a perder su preciado tiempo en putear a un puñetero equipo de Liga EBA.

Sorprendentemente, los equipos han arrojado la toalla en el campo de batalla por excelencia: la Asamblea de la FEB. No seremos inocentes: en la actualidad es poco más que un rebaño de ovejas que obedece los planes de su pastor. Las propuestas del presidente se aprueban por unanimidad y las voces discordantes brillan por su ausencia. ¿A qué se dedican entonces los representantes de los clubes? ¿Por qué no lanzan sus propuestas en el órgano legislativo? ¿Con qué legitimidad moral pueden quejarse después si, llegado el momento de la verdad, se esconden como avestruces?

Comprar el silencio

Todo apunta a que este sábado se anunciará alguna medida en la capital de España. Algunos medios de comunicación han anticipado que en la Liga EBA los avales se reducirán de los 25.000 euros actuales a los 20.000, pero que el resto de las cantidades permanecerán inalterables. La FEB anunciará a bombo y platillo su sensibilidad a la situación económica de los clubes y los diarios reproducirán al milímetro sus palabras. Los clubes se sentirán decepcionados pero callarán, hasta que alguna radio local les pregunte, y entonces harán público su estado de indignación. Al tiempo.

A todo esto, hay un asunto que queríamos retomar: en los días previos a las series de ascenso, el CB Santfeliuenc lanzó una propuesta para cambiar las eliminatorias a doble partido por fases en régimen de concentración. La iniciativa contó con el apoyo de 15 de los 16 clubes implicados y de la FEB. El único que se mostró en contra fue el CD Estela, que adujo motivos deportivos. Nosotros añadiríamos: las bases de competición están para respetarse y el que tenga alguna objeción debería presentarla donde y cuando procede; el sábado en Madrid. Que hablen entonces o callen para siempre.


MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org